martes, 9 de febrero de 2016

Copenhague

Lunes 8 de febrero

Una de las cosas que me he propuesto para este blog, y mejor tenerlo claro desde el principio, es no mentir. Y no es que yo suela mentir, cualquiera que me conozca lo sabe muy bien. Me refiero más al hecho de ser completamente fiel y  sincera con lo que sienta en el momento de escribir. Esta vez no quiero cometer el error de no plasmar los malos ratos - porque los hay, siempre los hay -, para que luego el resultado final sea una mezcla de historias maravillosas y momentos inolvidables que escupen purpurina. Es obvio que voy a tener de esos, MUCHOS, pero voy a escribir sobre ellos igual que de los que no brillen tanto, que son igual de inolvidables. Para que luego, al leerlo, me pueda decir desde aquí a mi yo del futuro que “todo pasa y tú lo has conseguido”.
Hace una semana os dejé en el inicio de mi aventura, una primera parada en la capital de Dinamarca para disfrutar de unos últimos días de relax antes de cambiar mi vida por completo una vez más. Pues bien, la mezcla de sentimientos que me ha creado durante estos días el estar en Copenhague es tan brutal que no sé ni si voy a ser capaz de describirla.

¿Por qué? Pues mirad, os podría hablar del p**o frío que hacía a todas horas, y de que a las 5 era de noche muy de noche, también de que la ciudad me pareció fea de narices o de que las bolsas que te dan en el supermercado barato son trozos de plástico sin asas que se despiezan durante el camino a casa y hacen que te duelan los dedos que pensabas que ya se te habían caído congelados un rato antes. Y podría seguir, pero en el fondo no tendría sentido porque ya sé el por qué: YO. La culpa es completamente mía, no he sabido llevar este viaje de la manera en la que sí pensaba que podría.
Acababa de abandonar mi casa, mi familia y mi vida en general y llegar a un sitio extraño, frío y gris en el que tenía que mantener mis cosas (lo que me quedaba de la otra vida) en maletas en el suelo. Y ya está, aquí llega el momento en el que intento justificarme y decir que estaba triste y ya, pero no es cierto porque NO. Yo estaba muy contenta de estar con mi novio, Sergio, en un país nuevo y tener unos días para nosotros antes de no vernos en una larga temporada. Y esto tampoco ayuda, porque tengo un sentimiento de culpabilidad tremenda respecto a dejarle aquí, al margen de mi nueva vida, esperando que me espere pero sin saber en realidad si volveré a besarle alguna vez. Él estaba tan emocionado por el viaje que todo le hacía ilusión, mientras que cuanto más gritaba él más ganas me daban a mí de pedirle que se callara.


NO SABEMOS QUÉ PONE



Me costó tres días irme a dormir sin llorar. Nos levantábamos pronto y aprovechábamos las horas de luz para pasear y conocer nuevos lugares, nos hacíamos un montón de fotos y me lo pasaba genial, me reía… pero de repente pasaba algo, por pequeño que fuese, y me invadía de nuevo una hostilidad horrible e inexplicable que mi novio sabía aguantar pero no comprender. Yo no me daba cuenta hasta el final del día, cuando me acostaba, y entonces lloraba porque echo de menos mi familia, mi gata, mi cama, mi coche y porque me da miedo que les pasen cosas malas y yo no esté a su lado, y porque me asusta llegar a Disney y que todo sea diferente o que me sienta sola sin mi Terminated People. Lloraba incluso porque cuando vuelva a España dentro de a saber cuánto estaré sola y no voy a tener nada que hacer con mi vida y seré una vieja loca rodeada de gatos que sabe mucho sobre una compañía de entretenimiento.

Como podéis ver, lo estaba sabiendo llevar todo muy bien, controlando mis emocio¡NO! Afortunadamente para el viernes esto cambió gracias a la aparición en escena del que fue mi mejor amigo en el instituto, Ángel Pasos. Llevábamos sin vernos unos siete años pero de vez en cuando hablábamos por Facebook y es así como me enteré de que iba a estar viviendo en Copenhague unos meses, que coincidían con las fechas en las que yo iría de visita. Con Ángel vi las cosas diferentes, me hablaba de su experiencia en la ciudad, intercambiábamos nuestras aventuras de los últimos años y se creó un ambiente tan distendido entre los tres que hasta me encantó el castillo que visitamos ese día y ¡¡nos animamos a cruzar en ferry a Suecia!! Mi novio me dijo que se me notaba más animada, y yo lo corroboré cuando esa noche me dormí sin una sola lágrima.

ÁNGEL



FERRY A SUECIA


El fin de semana mejoró muchísimo comparado con los primeros días, la temperatura no era tan horrible, conocimos el pueblo de Roskilde y su museo vikingo acompañados de nuevo por Ángel y por la tarde fuimos a recoger a Borja y Nabil (mis compañeros de aventuras Disney) al aeropuerto. Luego Sergio y yo decidimos aprovechar para conocer Copenhague por la noche y nos llevamos una grata sorpresa, por primera vez empecé a encontrar el encanto a esa ciudad y además con un gofrepalo y un chocolate caliente en la mano. Definitivamente ese fue mi momento 'hygge'.
El domingo nos reunimos todos los de Disney, Ángel, Sergio y yo para hacer un minitour a los recién llegados. Andamos muchísimo pero me mereció la pena en el primer momento en el que pisé Christiania, quien no lo conozca le animo a averiguar un poco más sobre el lugar porque os aseguro que se queda una parte de vosotros cuando la visitáis. Además tuvimos la suerte de encontrarnos con Lars, un chico danés con un nivel de español increíble que vive allí desde hace ya un año y asegura que no lo cambia por nada.

VIKINGOS



CHRISTIANIA



Después de esa excursión, Sergio y yo dimos por finalizado nuestro turismeo en Dinamarca y partimos para casa. Allí me esperaba una maleta que rehacer para conseguir bajar a los 20kg que me permitía la compañía aérea y cómo sabía que Sergio tenía un regalo preparado para el último día, decidí abrirlo y así poder buscarle hueco. El marco con nuestra foto ya me lo esperaba desde Reyes así que me emocionó y me encantó muchísimo pero lo que vino a continuación me dejó totalmente en shock…

NOCHE EN COPENHAGUE


Sergio me sentó en el sofá, frente a la tele, y después de pegarse unos minutos con el mando consiguió que en la pantalla apareciese la cabecera del castillo de Disney con mi nombre debajo. Después siguieron distintas secuencias de amigos míos hablando sobre mí, dándome fuerzas, deseándome ánimo, diciendo que estarían esperándome a la vuelta con los brazos abiertos ¡y también mi prima, tía, madre, padre y hermanos! No me lo podía creer, cada rostro que veía en la pantalla me sorprendía y me encantaba escucharles, algunos me hicieron gritar al verles grabando desde otro país, otros llorar con sus canciones, también reírme muchísimo… pero todos me hicieron FELIZ.  Absolutamente todos los regalos de despedida que me habíais hecho me parecen maravillosos y no tengo palabras para agradecéroslo a todos, pero el vídeo no podéis imaginar lo bien que me vino verlo antes de partir hacia Orlando. Y por supuesto nunca tendré manera de agradecer a Sergio el esfuerzo que puso para que todo saliese perfecto y el aguantarme estos últimos días.
Ahora mismo llevo cinco horas sentada en un avión muy moderno, con pantalla táctil y ventanas regulables, y todavía me quedan otras cinco pero tengo un ánimo para afrontarlo que sé que os lo debo a vosotros y por eso, de nuevo, GRACIAS. Y ahora, por supuesto, ya sí que os he empezado a echar de menos…


Creo que tener miedo no nos hace cobardes, pero superarlo nos hace valientes.

Estela.

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