Lunes 8 de febrero
Una de las cosas que me he propuesto para este blog, y mejor
tenerlo claro desde el principio, es no mentir. Y no es que yo suela mentir,
cualquiera que me conozca lo sabe muy bien. Me refiero más al hecho de ser
completamente fiel y sincera con lo que
sienta en el momento de escribir. Esta vez no quiero cometer el error de no
plasmar los malos ratos - porque los hay, siempre los hay -, para que luego el
resultado final sea una mezcla de historias maravillosas y momentos
inolvidables que escupen purpurina. Es obvio que voy a tener de esos, MUCHOS,
pero voy a escribir sobre ellos igual que de los que no brillen tanto, que son
igual de inolvidables. Para que luego, al leerlo, me pueda decir desde aquí a
mi yo del futuro que “todo pasa y tú lo has conseguido”.
Hace una semana os dejé en el inicio de mi aventura, una
primera parada en la capital de Dinamarca para disfrutar de unos últimos días
de relax antes de cambiar mi vida por completo una vez más. Pues bien, la
mezcla de sentimientos que me ha creado durante estos días el estar en
Copenhague es tan brutal que no sé ni si voy a ser capaz de describirla.
¿Por qué? Pues mirad, os podría hablar del p**o frío que
hacía a todas horas, y de que a las 5 era de noche muy de noche, también de que
la ciudad me pareció fea de narices o de que las bolsas que te dan en el
supermercado barato son trozos de plástico sin asas que se despiezan durante el
camino a casa y hacen que te duelan los dedos que pensabas que ya se te habían
caído congelados un rato antes. Y podría seguir, pero en el fondo no tendría
sentido porque ya sé el por qué: YO. La culpa es completamente mía, no he
sabido llevar este viaje de la manera en la que sí pensaba que podría.
Acababa de abandonar mi casa, mi familia y mi vida en
general y llegar a un sitio extraño, frío y gris en el que tenía que mantener
mis cosas (lo que me quedaba de la otra vida) en maletas en el suelo. Y ya
está, aquí llega el momento en el que intento justificarme y decir que estaba
triste y ya, pero no es cierto porque NO. Yo estaba muy contenta de estar con
mi novio, Sergio, en un país nuevo y tener unos días para nosotros antes de no
vernos en una larga temporada. Y esto tampoco ayuda, porque tengo un
sentimiento de culpabilidad tremenda respecto a dejarle aquí, al margen de mi
nueva vida, esperando que me espere pero sin saber en realidad si volveré a
besarle alguna vez. Él estaba tan emocionado por el viaje que todo le hacía
ilusión, mientras que cuanto más gritaba él más ganas me daban a mí de pedirle
que se callara.
NO SABEMOS QUÉ PONE
Me costó tres días irme a dormir sin llorar. Nos
levantábamos pronto y aprovechábamos las horas de luz para pasear y conocer
nuevos lugares, nos hacíamos un montón de fotos y me lo pasaba genial, me reía…
pero de repente pasaba algo, por pequeño que fuese, y me invadía de nuevo una
hostilidad horrible e inexplicable que mi novio sabía aguantar pero no
comprender. Yo no me daba cuenta hasta el final del día, cuando me acostaba, y
entonces lloraba porque echo de menos mi familia, mi gata, mi cama, mi coche y
porque me da miedo que les pasen cosas malas y yo no esté a su lado, y porque
me asusta llegar a Disney y que todo sea diferente o que me sienta sola sin mi
Terminated People. Lloraba incluso porque cuando vuelva a España dentro de a
saber cuánto estaré sola y no voy a tener nada que hacer con mi vida y seré una
vieja loca rodeada de gatos que sabe mucho sobre una compañía de
entretenimiento.
Como podéis ver, lo estaba sabiendo llevar todo muy bien,
controlando mis emocio¡NO! Afortunadamente para el viernes esto cambió gracias
a la aparición en escena del que fue mi mejor amigo en el instituto, Ángel
Pasos. Llevábamos sin vernos unos siete años pero de vez en cuando hablábamos por
Facebook y es así como me enteré de que iba a estar viviendo en Copenhague unos
meses, que coincidían con las fechas en las que yo iría de visita. Con Ángel vi
las cosas diferentes, me hablaba de su experiencia en la ciudad,
intercambiábamos nuestras aventuras de los últimos años y se creó un ambiente
tan distendido entre los tres que hasta me encantó el castillo que visitamos
ese día y ¡¡nos animamos a cruzar en ferry a Suecia!! Mi novio me dijo que se
me notaba más animada, y yo lo corroboré cuando esa noche me dormí sin una sola
lágrima.
ÁNGEL
FERRY A SUECIA
El fin de semana mejoró muchísimo comparado con los primeros
días, la temperatura no era tan horrible, conocimos el pueblo de Roskilde y su
museo vikingo acompañados de nuevo por Ángel y por la tarde fuimos a recoger a
Borja y Nabil (mis compañeros de aventuras Disney) al aeropuerto. Luego Sergio
y yo decidimos aprovechar para conocer Copenhague por la noche y nos llevamos
una grata sorpresa, por primera vez empecé a encontrar el encanto a esa ciudad
y además con un gofrepalo y un chocolate caliente en la mano. Definitivamente
ese fue mi momento 'hygge'.
El domingo nos reunimos todos los de Disney, Ángel, Sergio y
yo para hacer un minitour a los recién llegados. Andamos muchísimo pero me
mereció la pena en el primer momento en el que pisé Christiania, quien no lo
conozca le animo a averiguar un poco más sobre el lugar porque os aseguro que
se queda una parte de vosotros cuando la visitáis. Además tuvimos la suerte de
encontrarnos con Lars, un chico danés con un nivel de español increíble que vive allí
desde hace ya un año y asegura que no lo cambia por nada.
VIKINGOS
CHRISTIANIA
Después de esa excursión, Sergio y yo dimos por finalizado
nuestro turismeo en Dinamarca y partimos para casa. Allí me esperaba una maleta
que rehacer para conseguir bajar a los 20kg que me permitía la compañía aérea y
cómo sabía que Sergio tenía un regalo preparado para el último día, decidí
abrirlo y así poder buscarle hueco. El marco con nuestra foto ya me lo esperaba
desde Reyes así que me emocionó y me encantó muchísimo pero lo que vino a
continuación me dejó totalmente en shock…
NOCHE EN COPENHAGUE
Sergio me sentó en el sofá, frente a la tele, y después de
pegarse unos minutos con el mando consiguió que en la pantalla apareciese la
cabecera del castillo de Disney con mi nombre debajo. Después siguieron
distintas secuencias de amigos míos hablando sobre mí, dándome fuerzas,
deseándome ánimo, diciendo que estarían esperándome a la vuelta con los brazos
abiertos ¡y también mi prima, tía, madre, padre y hermanos! No me lo podía
creer, cada rostro que veía en la pantalla me sorprendía y me encantaba
escucharles, algunos me hicieron gritar al verles grabando desde otro país,
otros llorar con sus canciones, también reírme muchísimo… pero todos me
hicieron FELIZ. Absolutamente todos los
regalos de despedida que me habíais hecho me parecen maravillosos y no tengo
palabras para agradecéroslo a todos, pero el vídeo no podéis imaginar lo bien que me vino verlo antes de partir hacia Orlando. Y por
supuesto nunca tendré manera de agradecer a Sergio el esfuerzo que puso para que
todo saliese perfecto y el aguantarme estos últimos días.
Ahora mismo llevo cinco horas sentada en un avión muy
moderno, con pantalla táctil y ventanas regulables, y todavía me quedan otras
cinco pero tengo un ánimo para afrontarlo que sé que os lo debo a vosotros y
por eso, de nuevo, GRACIAS. Y ahora, por supuesto, ya sí que os he empezado a
echar de menos…
Creo que tener miedo
no nos hace cobardes, pero superarlo nos hace valientes.
Estela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario